Finalmente pasó; ya pasó. Como un trago amargo Un Día de la Madre menos por vivir. Hasta el año que viene…
Consciente soy de que mi actitud pueda ser tomada como rencor, o resentimiento. Entiéndase : después del no escaso tiempo transcurrido por esta vida, portando a cuestas la situación de ser una hija adoptiva cuya adopción se llevó a cabo de manera tal que los orígenes no quedaran lo que se diría, visibles precisamente, y habiendo intentado ya varias veces recorridos diversos para el reencuentro con ese pedazo de vida faltante, sin haber obtenido resultados fructíferos, a excepción de algunos datos sueltos que no alcanzan para definir nada, ¿ no es acaso comprensible que quiera una tomarse las debidas licencias de desdén hacia el Día de la Madre?
A esta altura de las cosas, ya es todo un síndrome que puedo reconocer bien. Sensaciones características que comienzan ni bien arranca el mes de octubre.
En primer lugar la sensación de urgencia: para algún lado tendría que estar corriendo en el intento de resolver el gran enigma. Y ocurre, aunque la pobrecita y deteriorada búsqueda haya estado arrumbada durante meses, incluso años…no importa.
Octubre despierta y algún resorte recóndito impele a retomarla; aunque tal vez, ni bien culmine el domingo fatídico, los ímpetus se desvanezcan para reaparecer vaya a saber cuando. Es que son impulsos cuya vehemencia resulta un tanto caprichosa.
Ahí puede vérseme, frente al estante más alto de la biblioteca, estirada hacia el fondo, esforzándome en cazar la caja que guarda los cuadernos con los datos, los recortes de diarios, las infructuosas notas…
Y también está esa sensación de nostalgia característica del mes de octubre. Una constante nostalgia de no sé qué, de no sé quién o quienes, ni de si es quién o si es quiénes…imprecisa, abundante, profunda nostalgia.
Y siendo una misma una madre en pleno ejercicio de su actividad, y una hija de una madre que no es la que corresponde por sangre, pero es una madre al fin, como en mi caso, los sentimientos, pensamientos y qué decir de los “festejos octubrianos”, se complican.
Porque se da esa contradicción, enorme, insoluble, de sentirse contenta por el cariño, los regalos y la atención de los hijos, al mismo tiempo que triste por ese largo, interminable desencuentro con la que ese día está elevada por el solo hecho de la fecha a un insoportable primer plano: la perdida y ausente madre biológica.
Se sabe, una madre es una figura emblemática .Del amor, del sostén, del consuelo.
Tal vez los hijos adoptivos idealizamos a esa madre perdida, adjudicándole las virtudes que le faltaron a la de carne y hueso que tuvimos.
No sé porque lo hacemos, ni tampoco porque estamos siempre pensando en la madre que nos falta (hablo por mi, lo reconozco) si en realidad lo que nos falta es: ¡el origen todo!, el padre, los hermanos y hasta demás parientes…
No sé si será que los padres, me refiero a los biológicos que nunca ejercieron su rol, tienen fama de irresponsables o qué cosa, pero cuando pienso en un misterio a develar, ese es mi origen, por supuesto, y es innegable que mi principal interés está enfocado hacia ella: mi madre biológica.
Así es que, si algo rescatable pueda haber en estos días de cierta angustia vivida por la secuencia día- de- la- madre, quizá sea el no permitir que se desvanezca de nuevo el eje de mi búsqueda.
Pero, ¿Cómo hacerlo cuándo ya se ha hecho todo lo que una cree a su alcance y no ha dado resultado?
No es que crea que el mío es un caso cerrado; supongo que alguna punta siempre puede retomarse para empezar de nuevo.
Lo que estuve pensando es que mi punta va a ser esta: escribirle algunas cartas, probablemente no muchas, las que me salgan, a esta madre perdida, la del origen, la biológica, o como guste llamársela.
Por el momento no al padre, no a los hermanos, tampoco a los parientes. Después se verá.
Escribirle por apuesta a un azar que realice el deseo de encontrar algo, alguien. Escribirle por mi propia búsqueda de reconexión con mis raíces.Escribirle como ejercicio de libertad interior. Escribirle a ella. Escribirle. Para que tal vez me lea.
Claro que voy a hacerlo.