Por muchas cosas que haga, que trabaje, intente tener ideas, proyectos ajenos a ellas, es innegable que son mis hijas el motor que impulsa mi vida. Quizá los demás no lo notan. Pero yo sé que es así. Frente a mi misma sé que es así.
Basta que surja la voz de alguna de ellas venida del fondo de su dormitorio, que aún inmersa como me encuentre en mis propias actividades o urgencias cotidianas, ahí voy yo, de inmediato, dispuesta desde el fondo de mi ser a ayudarlas. Me brota, como si fuera un gesto surgido de mi naturaleza; justamente yo, que nunca creí en esa cuestión de la maternidad como algo venido de las vísceras de una.
Es probable que mis palabras puedan resultarte hirientes, como un acto de alarde de mi parte, de los cuidados y la atención que te fueron negados; no es mi intención hija.
¿Cuál es mi intención al escribirte entonces? Creo que no lo sé todavía.
Hoy por hoy, obedezco más bien a un impulso, sí, el que surgió en mí de recontactarte a partir del momento en que te ví, como dibujada, en la pared descascarada del contrafrente ¿recordás?
Supongo que me propongo darte al menos la oportunidad,a través de estas cartas, de conocerme. Que sepas de las contradicciones de las que estoy hecha. Esta, una de tantas: ¿Cómo puede ser que a mis cincuenta y pico sea así, con esas dos hijas ya grandes, una a punto de terminar su carrera y la otra que ya va por el tercer año de facultad?
Yo, que respecto de tu nacimiento me comporté como una especie de monstruo sin alma, desoyendo, si es que la hay, si es que existe, la voz de la sangre, y hasta la de la compasión humana más elemental.¿Cómo puede ser?
No lo sé; desde aquí parada como estoy, en el momento actual de mi vida, no lo entiendo. Por eso tampoco espero que puedas vos entenderlo, ni perdonarme.
Tal vez podría intentar balbucear explicaciones posibles: era chica, no tenía apoyo, me sentía sola, me pareció imposible de abarcar lo que se venía…¿qué decir?
Sin embargo no resultan argumentos suficientes que justifiquen la decisión que tomé. Porque haya sido como haya sido, aún al borde del precipicio en el que me encontraba, yo la tomé.
Sólo me queda una cosa por hacer hija, además de continuar escribiéndote así, cartas en el aire, una cosa que me surge como necesidad urgente. Y es PEDIRTE PERDON. PERDON. PERDON.
Perdón por dejarte
por arriesgarte a manos desconocidas.
por no animarme a enfrentar la vida que venía a tu lado.
Perdón.
Por tratar de salvar mi pellejo
por haberme negado a crecer de golpe
por sembrar en tu vida el sentimiento de abandono
Perdón, sobre todo, por todos estos años que seguí viviendo como si no existieras,
Como si nunca hubieras nacido, como si no me importara nada…
Perdón. Perdón. Infinitamente te pido perdón.
¿Podrás? ¿Sabrás alguna vez perdonarme hija?
Se viene a mi mente la historia de La Magdalena ¿la conocés?
Un relato que conservo muy vivo de las clases de religión de la escuela a la que asistía.
Ella era una pecadora, y se enteró de algo así como una fiesta o una cena a la que iba a acudir Jesús, así que tomó los aceites, perfumes y ungüentos que utilizaba en su tarea de prostituta imagino, y allá fue, dispuesta a conseguir su perdón. Su atención. Su reconocimiento.
Cuenta el relato bíblico que llegó frente a él, se arrodilló a sus pies y comenzó a ungirlos con los elementos que había llevado. Se los masajeó, cubriendo sus pies de besos, y hasta se los secó con sus largos cabellos.
Será que todo eso puede hacer el ansia de redención hija.
Creo que hoy soy yo La Magdalena. Y estoy a tus pies, para pedirte perdón. Aún sabiendo que no tengo derecho adquirido como para pedirte nada.
Sabé cuando menos de mi arrepentimiento, de mi enorme, inacabable mientras dure mi existencia arrepentimiento.
Hasta pronto hija,
Hispana ( Tu madre sin derecho a firmar como tal)
jueves, 18 de febrero de 2010
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hola ahora encontre tu segunda carta que pena que no des tus datos tal vez tu hija te este buscando como yo busco a mi mama te dejo de nuevo mi e mail marybeth878@hotmail.com
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